Salimos de Coruña el jueves 14 de mayo, teniamos que estar en la estación de autobuses a las 7:30 de la mañana porque nos salía el supra a las 8:00. Estábamos un poco nerviosos, porque todo iba contracorriente, entonces era todo como un poco caótico, esperamos a que llegase Elena para subir al autobus, compramos los billetes por teléfono así que sólo llevabamos un localizador, lo que nos faltaba era que nos dijesen que no figurábamos en la lista, pero afortunadamente no fue así y todo transcurrió de forma esperada.
El viaje fue muy cómodo, entre cafes,sandwiches y pastelitos se nos pasó el viaje,unas cuantas pelis,cabezadas y un buen water fue el transcurso del viaje Coruña-Madrid.
Al entrar en la capital otro caos, bueno, el caos fue descubrir que el hotel nos quedaba a unos treinta y pico km del hotel ,pero ahí comenzaba la aventura.
Bajamos del autobus, con un calor axfisiante y llenos de ropa y de incertidumbre, pensando en que estabamos en la otra punta y sobre todo en el clave que nos iban a pegar los peculiar taxistas de Madrid.
El viaje fue muy cómodo, entre cafes,sandwiches y pastelitos se nos pasó el viaje,unas cuantas pelis,cabezadas y un buen water fue el transcurso del viaje Coruña-Madrid.
Al entrar en la capital otro caos, bueno, el caos fue descubrir que el hotel nos quedaba a unos treinta y pico km del hotel ,pero ahí comenzaba la aventura.
Bajamos del autobus, con un calor axfisiante y llenos de ropa y de incertidumbre, pensando en que estabamos en la otra punta y sobre todo en el clave que nos iban a pegar los peculiar taxistas de Madrid.
Llegamos al Hotel que nos habían buscado en las rozas, diciendonos que era el enclave más cercano a Villanueva del Pardillo , siendo esto incierto ya que había unos 28 km de distancia, claro que las distancias en las afueras de Madrid son efímeras, por el lío de ayuntamientos y límites territoriales que existen.
El hotel, un travelloge ,muy funcional, quedaba en la parte empresarial de Las Rozas, es decir con nada alrrededor, sólo y afortunadísimamente un Supercor y una mini cafetería que nos salvaron la vida de la inanición.Dejamos nuestras cosas y preguntamos sobre la mejor manera de llegar al centro ecuestre donde nos habían citado,y resultó que lamejor manera era en taxi.
Se nos ocurrió "la brillante idea "de pedirlo desde el hotel y descubrimos que nos habían timado, ya que entre el hotel y el taxista había una comisión,nos dirigimos al lugar un poco con la incertidumbre de donde quedaba " el cerro de la mocha", el taxista un hombre mayor muy dicharachero y suelto, no le sonaba de nada, así que nos condenó a dar unas cuantas vueltas por una urbanización super pija por donde teníamos que pasar,hasta que la suerte vino a vernos al encontrar un guardia de seguridad que amablemente nos escoltó hacia el lugar citado.
Atravesamos un enorme camino de tierra sin asfaltar donde no había nada alrrededor y nos dejó delante de un picadero en el medio de la nada, asegurándonos de que allí era el lugar escogido, ero "oh, sorpresa" ..no era allí, el taxi se fue y nos encontrabamos perdidos en una yeguada de villanueva de la cañada, la gente de allí muy amable nos acomodaron hasta que pudieron venir a buscarnos,porque no sabiamos como salir de allí y nadie sabía como indicarle a un taxista como venir a recogernos.
Seguiamos teniendo como referencia unas antenas de radio que había a las afueras de la anterior urbanización, y cuando llegamos al centro donde se iban a celebrar los acontecimientos, todavía no teniamos una referencia clara de como indicar en donde estabamos,o se un caos, que llevamos con mucho humor.
Poco a poco las cosas fueron tomando forma y cada vez nos encontrabamos más cómodos y empezábamos a ver algo de luz.regresamos al hotel, una chica del picadero nos acercó hasta una parada de taxis en majadahonda y la suerte fue que era de radio taxi, pues aunque no tenían ni idea de onde quedaba el lugar, fueron los más legales en cuanto a pagar las tarifas.Llegamos al hotel,esperando una buena cena para después descansar y dimos con una antipática en la cafetería que no nos quería dar de cenar, alegando que la cocina ya estaba limpia.
Estabamos cansados, habíamos comido sólo lo del autobus y nos negabamos ir a la cama sin cenar, así que le pedimos que se estirara un poco pues aun no era el horario de cierre ,alo que aceptó a regañadientes, ofreciendonos tres platos iguales con diferentes salsas, que porque teníamos hambre que si no ...., en fin , encima unos tallarines pésimos que no habían visto el fuego y se habían escapado de la tartera, más una clavada de precio, claro, lo suficiente como para que el día siguiente reptáramos hacia el supercor.
Al día siguiente disfrutamos del curso, de los etrenamientos , de los profesores y del buen rollo de todos los asistentes,y el domingo, el último día, el concurso,empezaba a las 9:00 de la mañana, un día de sol a tope, un calor que morías pero todos felices, con un tremendo subidón de energía que nos trajimos de vuelta, con las ideas muy claras, para seguir adelante y con mucha ilusión.
jajaja... qué odisea. Veo que lo de los taxistas tiene un parecido a algunos, no todos, de Buenos Aires. Es un relato para cuento. Menos mal que vemos el vaso medio lleno siempre... Sigo, como verán empecé de abajo, para no perderme nada. Besos
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